Edward Hopper, "Night Windows", 1928
Edward Hopper, "Room in New York", 1932
Herbert Bayer, "El ciudadano solitario", 1932
Branko Lenart, "Body & Soul", 1975
Estética de las ventanas
Las
ventanas son miradores que ponen marco al mundo: miramos a través de ellas como
miramos una pantalla latente de realidades, de perspectivas fijas, de
impresiones fugaces, o de sombras pasajeras.
En
sus cuadros, los personajes de Edward Hopper miran a través de las ventanas
como si buscasen el enigma de la vida dibujado en las nubes del cielo, en los
rayos del sol que penetran en el interior de una habitación, o en la nocturna oscuridad
de una calle vacía y silenciosa. En sus cuadros, los personajes de Hopper son
mirados a través de las ventanas, atrapados y detenidos por la mirada involuntariamente
voyeur del espectador: una ventana abierta es una invitación a ser mirado.
Esos
personajes pintados se muestran sin pudor: desnudos, vestidos, leyendo un
libro, sentados en la cama o pensativos en un sillón –siempre junto a la
ventana o a los ventanales–, y conversan con el que mira. Un cruce de miradas
es una conversación.
Las
pinturas de Hopper nos hablan de la experiencia de la mirada como un ejercicio
de correspondencias previstas: mirar y ser mirado, el voyeur que se exhibe,
etc. Pero también nos describen el espacio mirado (habitaciones de hoteles y de
moteles, cafeterías) como un territorio de confrontaciones duales que van del
interior al exterior, de lo público a lo privado, y viceversa.
Las
ventanas son ojos y los ojos son ventanas. En 1932, Herbert Bayer realizó un
famoso fotomontaje que tituló “El ciudadano solitario”: sobre una fachada
repleta de ventanas, dos gigantescas manos con ojos en sus palmas se abren al
espectador (el mirar, el ser mirado). Una imagen extraña, sin duda, que nos
habla de la mirada como proyección metafórica del deseo. Ver y tocar: los ojos
son las manos que tocan, las manos son los ojos que ven.
En la
ventana-voyeur todo es una ilusión lejana: la distancia es soledad y sombras,
nada más.
En
1975, Branko Lenart fotografió una sombra parecida a la que creaban las manos
de Bayer sobre aquella fachada inventada. Pero en “Body & Soul”, el
edificio es el cuerpo desnudo de una mujer. La mirada del voyeur es pura
quimera, pura imaginación (ver sin tocar), pura sombra trazada sobre el objeto
del deseo.
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