viernes, 26 de octubre de 2012

Libertad programada: proyecto

 



Justificación teórica del proyecto

La historia de la fotografía es, entre otras muchas voluntades, la historia de una obsesión técnica por construir un medio de producción de imágenes fácil de usar y accesible a todos. “No presenta dificultad alguna”, afirmó el físico François Arago antes incluso de que la fotografía fuese un invento público. Esas mismas premisas fueron las que llevaron a la comercialización de la cámara Kodak 100 Vista en 1888 y, a partir de ahí, a una serie interminable de aparatos destinados al fotógrafo aficionado. El "usted apriete el botón y nosotros haremos el resto" no solo fue un eslogan publicitario eficaz sino una auténtica declaración de intenciones: “No se precisa aprendizaje especial y se prescinde de las antiguas molestias del cuarto oscuro (…). Si usted no sabe hacer fotografías no se preocupe, la Kodak se aprende a manejarla en media hora (…). Con una cámara Kodak no hay fotógrafo malo, pues su manejo es tan sencillo que lo domina en media hora”. (Fragmentos de publicidad de cámaras Kodak, 1922).

Desde entonces, la industria de la fotografía no ha hecho otra cosa que simplificar la práctica fotográfica con cámaras cada vez más sencillas, más adaptadas a las mínimas exigencias, más cómodas, y, al mismo tiempo, más eficientes, más exactas, más mecánicas, más automáticas, más inteligentes, más perfectas.

 



 Paradoja 1: los fabricantes de cámaras nos invitan a olvidarnos del dispositivo fotográfico y de sus problemas técnicos para, seleccionando un programa predeterminado, centrarnos en el acto visual de la toma: elegimos el motivo y la máquina decide por nosotros, "hace el resto". La cámara nos exime así de los problemas de la cámara, convirtiendo la experiencia de la fotografía en una supuesta expresión creativa liberada: "Una cámara inteligente y elegante (...), diseñada para inspirar creatividad (...). El Modo auto sencillo le permite, sencillamente, encender la cámara y empezar a disparar. Las avanzadas funciones del sistema de Retrato inteligente para obtener siempre unos retratos fabulosos incluyen AF prioridad al rostro, Temporizador de sonrisa, Advertencia de parpadeo, Antiparpadeo, Suavizado de piel y Corrección de ojos rojos integrada (...). Deje que la cámara encuentre el sujeto y lo enfoque por usted (...). El Selector automático de escenas escogerá automáticamente el mejor modo de escena en función del entorno para que usted pueda centrarse en la composición. Los sistemas de Detección de movimiento y Seguimiento del sujeto le ayudan a capturar sujetos que se niegan a quedarse quietos (...). Funciones versátiles de edición y ajuste de imágenes. Mejore las imágenes con una exclusiva expresión artística aplicando un efecto Especial, como Suave, Sepia nostálgico, Monocromo con alto contraste, Clave alta, Clave baja o Color selectivo, a la hora de tomar fotos. O bien, aplique uno de los efectos de Filtro integrados en la cámara, como Suave, Color selectivo, Estrellas, Ojo de pez, Efecto maqueta o Dibujo, a las imágenes que ya se han tomado para añadir un toque de creatividad". (Fragmentos de la campaña publicitaria "At the Heart of the Image", de cámaras digitales compactas Coolpix, Nikon, otoño de 2011).

 



Paradoja 2: ¿dónde empieza y dónde acaba mi libertad de acción en la fotografía cuando esa libertad es una posibilidad ya programada?, ¿hasta qué punto mi elección cuando decido fotografiar algo no es, en realidad, la elección de quien diseña, define y programa una manera de ver a través de la cámara?

"Las fotografías testimonian una elección humana en una situación determinada. Una fotografía es el resultado de la decisión del fotógrafo de que merece la pena registrar que ese acontecimiento o ese objeto se han visto. Si todo lo que existe se fotografiara continuamente, las fotografías carecerían de sentido. Las fotografías no celebran ni el acontecimiento ni la facultad de visión en sí. Son un mensaje acerca del acontecimiento que registran (...). En su forma más sencilla, el mensaje decodificado significa: He decidido que merece la pena registrar lo que estoy viendo. Podemos aplicar esto por igual a la fotografía más memorable y a la más banal de las instantáneas. Lo que las distingue es el grado de explicación del mensaje que aporta la fotografía, el grado en el que la fotografía hace transparente y comprensible la decisión del fotógrafo (...). La simplicidad que normalmente atribuimos a la experiencia de ver una foto supone una confusión y un derroche. Pensamos en las fotografías en cuanto obras de arte, en cuanto pruebas de una verdad particular, en cuanto réplicas exactas o en cuanto nuevos objetos. Cada fotografía es, en realidad, un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión total de la realidad (...). De ahí la necesidad de que entendamos un arma que estamos utilizando y que puede ser utilizada contra nosotros". (John Berger, "Entender una fotografía" [1968], en Sobre las propiedades del retrato fotográfico, Barcelona, Gustavo Gili, 2006).

 “La cámara ilustra la robotización del trabajo y la liberación del hombre para el juego. Ella es una herramienta inteligente, pues genera imágenes de forma automática. El fotógrafo ya no necesita concentrarse (…) sino que puede dedicarse plenamente al juego con la cámara. El trabajo que debe realizar, la impresión de la imagen en la superficie, se desarrolla automáticamente: lo que tiene de herramienta del aparato está “superado”; el ser humano ya solo tiene que ocuparse de lo que tiene de juguete. Coexisten en la cámara dos programas entrelazados: uno que la hace tomar imágenes automáticamente, y otro que al fotógrafo le permite jugar. A ellos subyacen otros programas: el de la industria fotográfica, que ha programado la cámara; el del sector industrial, que ha programado la industria fotográfica; el del aparato socioeconómico, que ha programado el sector industrial, etc. (…) Todo programa funciona en función de un metaprograma, y los programadores de un programa son los funcionarios de ese metaprograma (…). No es importante la persona que posea un aparato, sino la que agote su programa (…). El poder ha pasado del propietario de los objetos al programador y operador. El juego con los símbolos se ha convertido en juego de poder. Un juego de poder jerárquico: el fotógrafo tiene poder sobre los contempladores de sus fotografías y programa su comportamiento; y el aparato tiene poder sobre el fotógrafo y programa sus gestos (…). Al observar los movimientos de una persona provista de una cámara (o de una cámara provista de una persona), éstos dan la impresión de un acechamiento: es el gesto ancestral del cazador paleolítico en la tundra. Salvo que el fotógrafo no persigue la caza por la estepa abierta, sino por los matorrales de los objetos de la cultura, y sus senderos secretos están formados por esta taiga artificial. Las resistencias de la cultura, el acondicionamiento cultural, se traslucen en el gesto fotográfico y deben ser apreciables, en teoría, en las fotografías (…). Uno tiene la impresión de que el fotógrafo puede elegir libremente, de que la cámara se amolda a su intención. Pero no es cierto: la elección está determinada por las categorías de la cámara, la libertad del fotógrafo permanece como libertad programada. Si bien la cámara funciona según la intención del fotógrafo, esta intención obedece al programa de la cámara. Naturalmente, el fotógrafo puede inventar nuevas categorías (…). Dicho de otro modo: en el gesto fotográfico la cámara hace lo que quiere el fotógrafo, y el fotógrafo debe querer lo que puede hacer la cámara”. (Vilém Flusser, Una filosofía de la fotografía [1983], Madrid, Editorial Síntesis, 2001).
 
 
 
 
 

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