LOLA BARRENA
Sin título
Fotografías
inesperadas, azar programado
Lola Barrena
Analizar
el concepto de azar como valor absoluto en fotografía parece, cuanto menos,
cosa del siglo XIX, cuando uno de los argumentos para no tomarla en serio se
refería, precisamente, al supuesto automatismo de la cámara. Más acertado
resulta citar otros términos como casualidad o causalidad. En cuanto a la
casualidad, esa combinación de circunstancias que no se pueden prever ni
evitar, indica ya la existencia de una serie de parámetros que, aunque no han
sido previstos, influyen directa y enérgicamente sobre el resultado. La
causalidad, es el efecto resultante de esos factores.
Es
decir, pensar en la posibilidad de crear una fotografía a partir del azar
objetivo resulta ser un a priori algo
ingenuo. Desde la propia elección de la cámara, el catálogo de variables numéricas, el tipo de enfoque, la
luz, el lugar o el encuadre, en resumen, todo lo que concierne a la fotografía
está dominado por el ojo, la mente y la mano del fotógrafo, incluso cuando éste
ha decidido no intervenir. En este sentido, parece lógico pensar que el azar en
valor absoluto es una entelequia.
Lo que sí parece coherente es aludir al
arbitrio como herramienta creativa. De esta manera, la combinación de un
consciente grado de descontrol con algunas habilidades lleva aparejada la
creación de fotografías inesperadas. Así, palabras como suerte -buena o mala-,
deseo o capricho al servicio de la fotografía, traen consigo “fotografiar cada
momento de la vida sin intervenir en él”. Y, en efecto, es esto lo que
proporciona el inventario diverso de aplicaciones y programas que, en la
actualidad, modifican de manera incisiva la imagen fotográfica. Funciones que,
con “sólo pasar el dedo”, producen los más fortuitos artificios que, sin
embargo, han sido programados.